Una Liga paralizada por la protesta

En la jornada del 20 de octubre de 2025, La Liga española se encontró con una inesperada manifestación silenciosa que, aunque breve —unos quince segundos—, marcó un punto de inflexión. Los jugadores y jugadoras del primer nivel profesional decidieron alzar su voz —o más bien, suspenderla— en protesta contra la idea de disputar un encuentro de competición doméstica fuera de España.

La chispa la encendió la propuesta de que el partido entre FC Barcelona y Villarreal CF se celebre en diciembre en la ciudad de Miami, Estados Unidos. La protesta fue convocada por el sindicato de jugadores, que denunció una falta de diálogo y transparencia por parte de la organización de la liga ante este tipo de iniciativas.

En varios estadios de La Liga, justo antes del inicio de los partidos, los jugadores permanecieron inmóviles en el círculo central, en silencio. En el estadio del Barça, las cámaras de televisión incluso evitaron mostrar el momento, pasando a una toma exterior del estadio. El gesto se repitió en distintas canchas del país, demostrando que no se trataba de un acto aislado, sino de una acción coordinada en todo el fútbol profesional.

El presidente de La Liga defiende que llevar un partido al extranjero permitiría aumentar los ingresos, la visibilidad global y el valor de la competición. Considera que la globalización del producto es una oportunidad para consolidar la marca y competir con otras ligas europeas que ya exploran mercados internacionales.

Del otro lado, los jugadores, entrenadores y agrupaciones de aficionados expresaron su descontento. Alegan que una medida así rompe el vínculo entre los clubes y sus comunidades locales, altera la equidad deportiva y agrega una carga física innecesaria para los futbolistas. También señalan que el fútbol español corre el riesgo de perder parte de su identidad al priorizar los intereses comerciales por sobre los deportivos.

Más que un gesto simbólico

La protesta plantea una cuestión de fondo: ¿a quién pertenece el fútbol profesional? ¿A las instituciones que lo gestionan o a quienes lo juegan y lo sostienen desde las gradas? El intento de trasladar un partido fuera de España refleja la tensión entre el negocio global y la identidad local del deporte.

Para La Liga, internacionalizar el calendario es un paso natural hacia un mercado cada vez más competitivo y mediático. Para los jugadores y seguidores, en cambio, puede significar el inicio de una pérdida irreparable: la del sentido de pertenencia.

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