Uzbekistán clasifica a su primer Mundial con una revolución futbolística

Uzbekistán se clasifica a un Mundial por primera vez.

El 5 de junio de 2025, en el estadio Al-Nahyan de Abu-Dhabi, un empate 0-0 ante Emiratos Árabes Unidos escribió el capítulo más importante en la historia del fútbol uzbeko. Con ese resultado, Uzbekistán se clasificó por primera vez a un Mundial, coronando un proceso de transformación que comenzó hace más de tres décadas. Los Lobos Blancos, como se conoce a la selección nacional, alcanzaron finalmente la meta que había eludido a generaciones anteriores en eliminatorias que rozaron la gloria pero terminaron en desencanto.

La magnitud del logro trasciende lo meramente deportivo. Para un país de Asia Central que debió reconstruir completamente sus estructuras futbolísticas tras la independencia de la URSS en 1991, llegar al Mundial 2026 representa la validación de un modelo de desarrollo basado en reformas institucionales profundas, inversión estatal sostenida y una apuesta decidida por las canteras juveniles. La clasificación no es casualidad ni producto de la expansión del cupo asiático: es el resultado de una planificación estratégica que convirtió frustraciones históricas en aprendizaje y construyó, paso a paso, una potencia futbolística regional.

De la URSS al Mundial: el camino de treinta años de Uzbekistán

Cuando Uzbekistán declaró su independencia en agosto de 1991, el fútbol nacional existía apenas como una extensión del sistema soviético. El único club uzbeko que había competido en la máxima liga de la URSS era el Pakhtakor Tashkent, que aportó experiencia y estructura a la naciente federación nacional. La creación formal de la Federación de Fútbol de Uzbekistán en 1992 y la afiliación a FIFA en 1994 marcaron el inicio de una construcción institucional que debía partir prácticamente de cero.

Los primeros años fueron de aprendizaje acelerado. La Oliy Liga, primera competición nacional, arrancó en 1992 con clubes que hasta entonces habían competido en el sistema soviético. El Neftchi Ferganá emergió como protagonista temprano, alcanzando incluso la final del Campeonato Asiático de Clubes en 1994, un logro que dio visibilidad internacional al fútbol uzbeko cuando el país apenas llevaba tres años de independencia. Pero fue la selección nacional la que proporcionó el primer gran motivo de orgullo: el oro en los Juegos Asiáticos de 1994 en Hiroshima, donde Uzbekistán derrotó en la final a China y demostró que podía competir de igual a igual con las potencias regionales.

Las décadas siguientes estuvieron marcadas por avances constantes pero también por frustraciones que alimentaron la determinación nacional. Uzbekistán rozó la clasificación al Mundial 2006 en una repesca polémica ante Bahréin, quedó eliminado en penales rumbo a Brasil 2014 tras perder ante Jordania, y se quedó a un punto de Rusia 2018 en la última jornada. Cada eliminación generó análisis internos y ajustes tácticos, pero también evidenció limitaciones estructurales que requerían soluciones de fondo. Para el Mundial de Qatar fue directamente la ausencia de Corea del Norte por la pandemia la que determinó su salida sin siquiera jugar en la cancha.

La revolución silenciosa: reformas y modernización (2010-2025)

La transformación decisiva del fútbol uzbeko comenzó en la década de 2010, impulsada por la frustración de las eliminaciones mundialistas y una nueva visión gubernamental sobre el deporte como herramienta de desarrollo nacional. El punto de inflexión llegó en 2017, tras quedar fuera del Mundial de Rusia, cuando se produjo un relevo completo en la cúpula dirigencial que prometía una limpieza administrativa profunda y cambios estructurales.

La reestructuración de la competición doméstica fue una de las primeras reformas visibles. En 2018, la tradicional Oliy Liga se transformó en la Superliga de Uzbekistán, reduciendo de 16 a 12 equipos y adoptando un formato innovador: tras dos vueltas completas, los seis primeros compiten por el título mientras los restantes luchan por la permanencia. Esta concentración de partidos decisivos elevó la competitividad y el nivel técnico, al tiempo que se implementaron estándares profesionales más exigentes para las licencias de clubes de hasta la tercera división.

Pero las reformas más significativas ocurrieron en la formación de jugadores y la infraestructura. El Decreto Presidencial N° UP-5887 de diciembre de 2019 estableció la “Concepción de desarrollo del fútbol hasta 2030”, fijando metas ambiciosas: situar a la selección entre las 50 mejores del ranking FIFA, lograr que el 5% de la población practique fútbol regularmente y crear 14 escuelas de fútbol de élite distribuidas por todo el país. La construcción del nuevo Estadio Nacional (34.000 espectadores) y la creación de Centros regionales de formación materializaron esta visión estratégica.

El involucramiento del gobierno uzbeko ha sido determinante, especialmente bajo la presidencia de Shavkat Mirziyoyev desde 2016. La presencia de altos funcionarios estatales al frente de la Asociación de Fútbol —como el actual presidente Bahodir Kurbanov, jefe del Servicio de Seguridad del Estado— refleja que el fútbol es considerado asunto de Estado de primer nivel. Esta participación gubernamental se tradujo en recursos concretos: creación de un Fondo de Apoyo al Fútbol, programas de “Fútbol en las Escuelas” y la responsabilización de gobernadores regionales en el desarrollo futbolístico local.

La apuesta por entrenadores extranjeros de primer nivel complementó las reformas internas. Técnicos como el argentino Héctor Cúper y el esloveno Srečko Katanec aportaron experiencia internacional, mientras que la formación de entrenadores locales se intensificó mediante cursos regulares para licencias “Pro” y “A” asiáticas. Esta combinación de conocimiento foráneo y capacitación nacional buscaba crear una identidad futbolística uzbeka propia, basada en las fortalezas históricas del país: jugadores técnicos, disciplinados y con gran espíritu de lucha.

Los frutos de la paciencia: de las canteras al éxito continental

La verdadera revolución del fútbol uzbeko se gestó en las categorías juveniles, donde las reformas produjeron resultados tangibles que alimentaron la selección absoluta con jugadores experimentados en competiciones internacionales desde temprana edad. El campeonato asiático Sub-16 de 2012, conquistado tras derrotar a Japón en la final, marcó el inicio de una época dorada para las canteras uzbekas que se prolongaría durante más de una década.

El logro más significativo llegó en 2018, cuando la selección Sub-23 se proclamó campeona de Asia en China, desplegando un fútbol brillante que incluyó victorias 4-0 ante Japón en cuartos de final y 4-1 ante Corea del Sur en semifinales, antes de vencer a Vietnam en una final disputada bajo la nieve. Aquel título confirmó la eficacia del nuevo modelo formativo y proporcionó una base sólida para la selección absoluta: varios integrantes de esa generación dorada pasaron a nutrir el plantel que finalmente lograría la clasificación mundialista.

Los éxitos juveniles se extendieron a los mundiales FIFA, donde Uzbekistán alcanzó cuartos de final en las Copas del Mundo Sub-20 de 2013 y 2015, convirtiéndose en la primera nación de Asia Central en lograr ese avance en una competición FIFA de ese nivel. Estas actuaciones no solo llenaron de orgullo al país, sino que expusieron a los jóvenes talentos uzbekos ante observadores internacionales, facilitando su posterior exportación a ligas extranjeras.

La mejora en la formación se reflejó también en la calidad individual de los futbolistas. Eldor Shomurodov se convirtió en 2020 en el primer uzbeko en jugar en la Serie A italiana, militando en la AS Roma, mientras que Abdukodir Khusanov llegó al Manchester City de la Premier League inglesa. Esta exportación de talento a ligas de primer nivel europeo, impensable dos décadas atrás, validó internacionalmente el progreso del fútbol uzbeko y proporcionó referentes inspiradores para las nuevas generaciones.

La consolidación del proyecto se evidenció en el ranking FIFA, donde Uzbekistán escaló hasta el puesto 57° mundial, su mejor posición histórica, y en la consistencia de resultados ante rivales regionales. La selección dejó de ser la víctima propiciatoria de las eliminatorias asiáticas para convertirse en un equipo respetado, capaz de plantear batalla a cualquier rival y de mantener la calma en momentos decisivos.

El momento histórico: clasificación y proyección futura

La eliminatoria asiática rumbo al Mundial 2026 encontró a Uzbekistán en su mejor momento institucional y deportivo. Ubicados en el Grupo A junto a Irán, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kirguistán y Corea del Norte, los Lobos Blancos demostraron una madurez competitiva inédita, obteniendo resultados valiosos ante rivales directos y mostrando la resiliencia mental que había faltado en campañas anteriores.

El empate 2-2 ante Irán en Teherán fue una declaración de intenciones: Uzbekistán ya no se conformaba con competir, sino que aspiraba a ganar puntos ante las potencias regionales. La victoria ante Qatar y los empates conseguidos en terrenos difíciles construyeron la base de una campaña que, jornada tras jornada, acercaba al país a su sueño histórico.

El partido decisivo ante Emiratos Árabes Unidos el 5 de junio de 2025 resumió tres décadas de evolución futbolística. Con solo necesitar un empate para clasificar, Uzbekistán demostró la madurez táctica y mental que le había faltado en eliminatorias anteriores. El 0-0 no fue un resultado menor: fue la culminación de un proceso que transformó las frustraciones del pasado en aprendizaje y construyó, paso a paso, una selección capaz de sostener la presión en el momento más importante de su historia.

Las celebraciones en Tashkent y otras ciudades uzbekas reflejaron la magnitud emocional del logro. El presidente Mirziyoyev calificó la clasificación como “un regalo histórico al pueblo uzbeko” y prometió que el país llegará bien preparado al Mundial 2026. Para una nación que había vivido la independencia hace apenas 34 años, ver a sus futbolistas compitiendo junto a las grandes potencias mundiales representa algo más que un éxito deportivo: es la confirmación de que Uzbekistán puede aspirar a la excelencia en cualquier ámbito cuando cuenta con planificación estratégica y perseverancia.

El Mundial 2026 será solo el comienzo de una nueva etapa. Uzbekistán no aspira únicamente a participar, sino a demostrar el nivel de su fútbol ante la audiencia global. Los cimientos están establecidos: canteras productivas, liga profesional consolidada, infraestructura moderna y, sobre todo, una generación de jugadores que creció sabiendo que el Mundial era posible. Los Lobos Blancos han recorrido un camino de tres décadas desde la independencia hasta la elite mundial. En 2026, escribirán el siguiente capítulo de una historia que comenzó con sueños y se construyó con paciencia, reformas y una fe inquebrantable en el potencial del fútbol uzbeko.

Compartir nota:
Picture of Nahuel Lanzón

Nahuel Lanzón

Experto en ver fútbol de países que ni la gente de ese país ve. Me gusta mucho analizar listas de selecciones antes de cualquier torneo internacional. Relator oficial (?) del fútbol exótico en Twitch.
Temas Relacionados