Samuel Eto’o Presidente: Luces y sombras al mando de la fútbol en Camerún

El máximo ídolo del fútbol camerunés enfrenta una batalla abierta contra el gobierno de Paul Biya.
Samuel Eto'o, presidente de la Federación de Fútbol de Camerún

El paso del ídolo al dirigente siempre es traumático para cualquier gloria del fútbol. Pero en pocos casos ese salto estuvo marcado por tantas cuestiones que exceden la mera capacidad dirigencial como la de Samuel Eto’o al mando de la Federación de Fútbol de Camerún (FECAFOOT). Por eso, este repechaje para intentar acceder al próximo Mundial es clave para su presidencia en varios aspectos. El primero y principal, porque Camerún es un habitué de estos torneos. Desde su primera participación en 1982, sólo en tres ediciones no participó. La última fue en 2018, desatando una crisis interna que llevó a la elección del propio Eto’o como Presidente.

Pero mas importante aún, porque Eto’o sabe que una caída de Camerún, muy probablemente implique una avanzada sobre su propia posición. Y para entender las horas críticas que se le pueden avecinar al ex astro del Barcelona y el Inter, es necesario repasar su gestión desde el momento que asumió hasta hoy: una gestión que está cruzada por cuestiones políticas internas, del país, y del fútbol global, con acusaciones y contra acusaciones de todo tipo.

La redención de Camerún: cuando el ídolo salvó la Copa

El 30 de noviembre de 2018, Camerún vivió una de las humillaciones más grandes de su historia deportiva. A la crisis futbolística que surgió tras quedar eliminados del mundial de Rusia 2018, se le sumó una crisis institucional cuando la Confederación Africana de Fútbol retiró al país la organización de la Copa Africana 2019, a solo siete meses del inicio del torneo. Para pruebas, basta un botón: después de 12 años de construcción, el estadio Olembé seguía sin terminar, los hoteles no estaban listos y la infraestructura aeroportuaria era insuficiente. Además, la insurgencia de Boko Haram ponía serias dudas sobre la capacidad del país en términos de seguridad. La CAF decidió que Egipto organizaría el torneo. Para un país que no albergaba la Copa África desde 1972, el golpe fue devastador.

A partir de ese momento, la FECAFOOT entró en una crisis institucional severa. Y por eso, tres años después, cuando Samuel Eto’o fue elegido presidente el 11 de diciembre de 2021 con 43 votos contra 31 de Seidou Mbombo Njoya, heredó un desafío monumental. La Copa Africana 2021, pospuesta por la pandemia, se jugaría en Camerún en menos de un mes. El Estadio Olembé, símbolo del fracaso nacional, seguía en obras. Los trabajadores habían declarado huelgas por impagos. La CAF había advertido que sin el estadio listo para el 30 de noviembre, el partido inaugural se jugaría en otro lugar. El tiempo se agotaba y con él, la segunda oportunidad de Camerún.

Lo que sucedió después fue el primer gran logro de su gestión. Eto’o, aprovechando su prestigio internacional y sus conexiones, logró coordinar lo que parecía imposible. Como él mismo declaró en diciembre cuando surgieron dudas sobre la realización del torneo: “Si la Euro 2020 se jugó en medio de una pandemia, con estadios llenos, en varias ciudades y no hubo incidentes, ¿por qué no se puede jugar la Copa África en Camerún?”. Su presencia fue decisiva para presionar a contratistas, acelerar pagos pendientes y garantizar que el Olembé estuviera operativo para el 9 de enero de 2022.

Aprovechando el envión organizativo que le significó el Campeonato Africano de Naciones previo, el torneo se realizó con éxito notable. Los seis estadios cumplieron con los estándares de la CAF, incluyendo el problemático Olembé con sus 60.000 asientos, el renovado Ahmadou Ahidjo de Yaundé, el modernizado Japoma de Duala y los recintos de Limbé, Bafoussam y Garua. Cincuenta y dos partidos se jugaron sin mayores contratiempos logísticos. Senegal se coronó campeón al vencer a Egipto en la final disputada en el mismo Olembé que tres años antes era un esqueleto de concreto inconcluso. Para Eto’o, era la confirmación de que podía trasladar su liderazgo de la cancha a los despachos. Pero hubo una tragedia que manchó lo que parecía una organización perfecta.

Samuel Eto'o junto a Paul Biya, presidente de Camerún
Samuel Eto’o junto a Paul Biya, presidente de Camerún

La tragedia del 24 de enero fue un presagio de lo que vendría. Ese día, Camerún enfrentaba a Comoras por los octavos de final. Y la organización se vio sobrepasada ante la cantidad de gente que intentó ingresar al partido. Esto devino en varias avalanchas, pero una especialmente causó ocho muertos y decenas de heridos en las puertas del Olembé. Días después, se revelaron fallas profundas en la organización y seguridad. En el resto del torneo, los protocolos sanitarios estrictos, en un país con apenas el 2.5% de población vacunada, mantuvieron los estadios semivacíos. Los precios de las entradas, considerados prohibitivos para el camerunés promedio, generaron críticas sobre la desconexión entre la federación y el pueblo. Aun así, Camerún había logrado su redención. La vergüenza de 2019 quedaba atrás. Eto’o había cumplido su primera gran promesa, pero a un costo quizás demasiado alto.

El éxito, sin embargo, escondía las semillas del conflicto futuro. Gran parte del trabajo de infraestructura se había realizado antes de la llegada de Eto’o, durante años de gestión gubernamental plagada de denuncias de corrupción. El nuevo presidente heredó no solo estadios a medio terminar, sino también las redes de intereses y las prácticas cuestionables que habían caracterizado su construcción. Su decisión de trabajar con estas estructuras para garantizar el éxito del torneo lo convertiría, eventualmente, en parte del sistema que había prometido reformar.

El enfrentamiento con el poder: Eto’o contra el sistema Biya

Paul Biya gobierna Camerún desde 1982. A sus 91 años, con más de cuatro décadas en el poder, representa uno de los regímenes más longevos de África. Hace apenas unas semanas, volvió a presentarse (y ganar) en una elección que nadie considera realista. El descontento de la población con Biya es grande, al punto tal de que las protestas tras las elecciones se intensificaron y hubo muchos enfrentamientos en las calles. Y aún con resultados arreglados, Biya tuvo que “ceder” una buena parte de su porcentaje a Issa Tchiroma, el opositor que lo enfrentó y que sacó oficialmente el 35% de los votos contra el 53% del longevo presidente.

Mas allá del presente, lo que muestra es que el control de Biya sobre las instituciones del país es absoluto, incluyendo tradicionalmente el fútbol. El gobierno mantiene su dominio a través de varios mecanismos, pero principalmente del control financiero: paga los sueldos, financia las ligas, establece los viáticos de la selección y maneja los bonos, convirtiendo estos recursos en herramientas de extorsión política. En un primer momento, Biya y Eto’o jugaron en tándem. Conscientes de que cada uno tenía lo que al otro le faltaba (uno prestigio, el otro estructura y dinero), sin ser la opción número uno hubo una tolerancia por parte del gobierno camerunés hacia el astro, quién por otro lado gozaba (¿y goza?) de una popularidad en el país donde era contraproducente enfrentarlo. Sin embargo, con el paso de los años la relación se fue desgastando. Con el pasar del tiempo, Eto’o entendió que sólo podría implementar su visión para el fútbol camerunés si creaba una nueva estructura de poder que le compita a la que ya existía. Era la única forma de lograr autonomía allí donde no la hay. Y tal decisión no iba a ser gratuita.

Por eso, cuando en abril de 2024 el Ministerio de Deportes nombró unilateralmente a Marc Brys como seleccionador nacional sin consultar a la FECAFOOT, el conflicto que se venía gestando entre el gobierno y Eto’o estalló públicamente. El presidente de la federación se enteró del nombramiento viendo la televisión estatal, una humillación calculada que exponía quién creía tener el poder real sobre el fútbol camerunés. Quiero enfatizar este punto para que quede claro: el actual técnico que tiene que llevar a Camerún al Mundial no lo nombró Samuel Eto’o, lo nombraron desde el Gobierno nacional sin mediar consulta.

Y este movimiento se entiende yendo para atrás en la historia. Desde el primer día de su gestión, Eto’o enfrentó una realidad incómoda. Su elección se había basado en su prestigio como leyenda del fútbol, pero sus críticos señalaban que no conocía el fútbol local camerunés, ese entramado de clubes pequeños y medianos que, al final del día, son quienes tienen los votos en las asambleas federativas. El fútbol camerunés estaba y está profundamente dividido: por un lado, los clubes tradicionales, históricamente alineados con el gobierno y dependientes de sus recursos; por otro, una nueva generación de equipos, menos atados al sistema, donde Eto’o encontró su base de apoyo. Esta grieta, que comenzó el día uno de su presidencia, definiría toda su gestión.

El enfrentamiento del 28 de mayo de 2024 entre Eto’o y Brys, captado en video y viralizado mundialmente, reveló la intensidad del conflicto. “Usted entrenador porque yo le he nombrado”, le espetó Eto’o al técnico belga. “Soy el presidente de la federación. Y lo que usted haga es mi responsabilidad”. Acto seguido, tuvo un fuerte encontronazo con el “asesor” del gobierno, que en realidad es un interventor con un cargo que a la FIFA no le produzca dolores de cabeza. La escena, más allá de su componente dramático, exponía una batalla fundamental sobre la autonomía del fútbol frente al poder político.

Para enfrentar al gobierno y su control financiero, Eto’o tuvo que hacer un cambio radical en su estrategia política. Ya no bastaba con apalancarse en su figura de leyenda internacional; necesitaba construir una base de poder local. Su apuesta fue clara: aliarse con los clubes nuevos y emergentes, menos dependientes del sistema tradicional de patronazgo gubernamental. Pero esta decisión profundizó la fractura existente en el fútbol camerunés.

Los clubes tradicionales, acostumbrados a décadas de subsidios y favores del gobierno, vieron en Eto’o una amenaza a su supervivencia. Los nuevos, muchos financiados por empresarios independientes o con modelos de gestión más alternativos, vieron una oportunidad de romper el monopolio del poder. La batalla por el control de la FECAFOOT se convirtió así en un espejo de las tensiones políticas más amplias del país.

El conflicto tiene raíces profundas en la estructura del poder camerunés. Narcisse Mouelle Kombi, ministro de Deportes, representa los intereses del régimen de Biya en el control del fútbol. Para el gobierno, la FECAFOOT no es una entidad autónoma sino una extensión del aparato estatal. Eto’o, educado futbolísticamente en Europa, se posicionó como defensor de una mayor autonomía de la Federación, lo que el gobierno interpretó como un desafío directo a su autoridad.

Marc Brys, atrapado en medio de esta guerra de poder, describió estar “en medio de un conflicto que no le concernía”. En julio de este año, la situación alcanzó niveles surrealistas cuando la FECAFOOT anunció públicamente que Brys había renunciado, publicando una supuesta carta donde el técnico belga alegaba impagos de más de 60 días a él y su equipo. Horas después, Brys salió a desmentir categóricamente la renuncia, denunciando que su correo electrónico había sido hackeado y que nunca había presentado tal documento. El episodio, que muchos interpretaron como un intento de golpe institucional de la federación contra su propio entrenador, exponía el nivel de disfuncionalidad del fútbol camerunés. Pese a los intentos de FECAFOOT de removerlo, incluyendo un documento con “18 actos de mala conducta” presentado al ministro de Deportes en febrero de 2025, Brys continúa en el cargo. Sin embargo, trabaja en un ambiente de hostilidad permanente: su asistente personal, Joachim Mununga, es sistemáticamente excluido de los partidos por orden de la federación, obligando a Brys a protestar simbólicamente apartándose del resto del cuerpo técnico durante los himnos nacionales. La selección nacional queda así en el limbo, con un entrenador que sobrevive en el cargo pero sin el apoyo de ninguna de las partes en conflicto.

La escalada continuó en agosto de este año cuando el ministerio suspendió el proceso electoral de la FECAFOOT programado para agosto. La justificación oficial hablaba de “clubes ficticios” creados para manipular el cuerpo electoral, una acusación que muchos interpretaron como un ataque directo a la estrategia de Eto’o de apoyarse en los equipos emergentes. Para el gobierno, la distinción entre “clubes nuevos” y “clubes ficticios” era convenientemente borrosa, permitiéndole descalificar a los aliados del presidente federativo. Eric Bisso, abogado de Eto’o, argumentó que el ministerio “no tiene vocación de entrar en la cocina interna de las asociaciones”, pero en el Camerún de Biya, donde el estado controla todo, esa distinción resulta académica. El mensaje real era claro: el gobierno no toleraría una federación que actuara independientemente ni un presidente que construyera su poder fuera de las estructuras tradicionales.

Acá es importante hacer una aclaración: para nosotros, que leemos este problema desde otras latitudes, es muy clara la distinción entre “clubes nuevos y viejos”. Cualquier país hispanohablante tiene una estructura de un siglo de historia, mas o menos profesional o amateur. En Camerún, y en buena parte de África, esto no es así. Es verdad, existen clubes de tradición histórica o relevantes. Pero no es raro que clubes creados de la noche a la mañana, logren con la venia de algún inversor o empresario, ascensos repentinos y hasta campeonatos. Bastese el caso del Scottland FC en Zimbabue, que recientemente salió campeón de la liga el mismo año que ascendió, historia que conté en este mismo medio. Es decir, la idea de que hay clubes nuevos que se crean no es descabellada. Y quizás no sean clubes ficticios, pero sí son clubes que definitivamente surgen bajo el amparo de Eto’o.

Además, Eto’o cruzó otra línea roja con la suspensión de varios dirigentes que, en el último tiempo, empezaron a criticar abiertamente a quien antes le habían dado su apoyo. Los casos mas fuertes son los de Guibai Gatama y Henry Njalla Quan Junior, antiguos aliados convertidos en críticos, y que sugiere un patrón de autoritarismo que replica, irónicamente, las prácticas del gobierno que Eto’o dice combatir.

El contexto político del país agrava el conflicto. A la cuestión electoral ya mencionada, Camerún enfrenta una guerra civil no declarada en sus regiones anglófonas desde 2016, con aproximadamente 6.000 muertos y 630.000 desplazados. El norte lidia con incursiones de Boko Haram. En este ambiente de crisis múltiples, el gobierno ve cualquier institución autónoma como una amenaza potencial. El fútbol, una de las pocas fuentes de orgullo nacional que quedan, se convierte en un campo de batalla simbólico.

Las sombras del emperador: corrupción, apuestas y caída en desgracia

En agosto, al mismo tiempo que se suspendían las elecciones de la Federación, el abogado Emmanuel Nsahlai presentó ante la FIFA, la CAF y el gobierno camerunés un expediente demoledor contra Samuel Eto’o. Las acusaciones incluían el desvío de aproximadamente 1.5 millones de dólares de partidos amistosos internacionales a cuentas privadas en Qatar, manipulación de resultados en divisiones inferiores del fútbol camerunés y vínculos con casas de apuestas para amañar partidos locales. “Esto no es un ataque arbitrario a Samuel Eto’o como jugador”, aclaró Nsahlai. “Su carrera futbolística es intocable. Queremos rescatar la gobernanza del fútbol camerunés”. El expediente incluía grabaciones de audio, mensajes de WhatsApp y documentos financieros que, de confirmarse, pintarían un cuadro de corrupción sistemática. Desde la Federación, se remarcó el vínculo de Nsahlai con el gobierno de Biya. Un ataque directo bajo la línea de flotación.

El caso más específico y documentado involucra al Victoria United, equipo de segunda división. En 2023, el medio especializado Camfoot publicó conversaciones entre Eto’o y el presidente del club sobre supuestas ayudas para facilitar su ascenso. Las acusaciones de amaño de partidos, si se prueban, no solo terminarían con su carrera dirigencial sino que mancharían irreversiblemente su legado. La ironía es cruel: el jugador que en su momento fue símbolo de la excelencia africana en Europa ahora es investigado por corromper las mismas competiciones que deberían formar a las futuras estrellas de Camerún.

Samuel Eto'o junto a Gianni Infantino.
Samuel Eto’o junto a Gianni Infantino.

Pero esta acusación ya tenía base en hechos pasados. En 2024, la CAF multó a Eto’o con 200.000 dólares por su conflicto de intereses con 1xBet, empresa de apuestas que patrocina varios equipos y organizaciones futbolísticas. En septiembre del mismo año, la FIFA lo suspendió durante seis meses para asistir a partidos de las selecciones camerunesas por violaciones al código de conducta durante el Mundial Femenino Sub-20. La sanción, aunque no afectaba su cargo como presidente, enviaba un mensaje claro sobre su comportamiento. La imagen del ídolo que presionaba árbitros contrastaba dolorosamente con la del jugador que había llevado a Camerún a la gloria en dos Mundiales. Y, además, parecía abrir un nuevo frente con la FIFA. Aunque a decir verdad, la relación con Gianni Infantino siempre fue inestable: había comenzado con el pie izquierdo cuando Eto’o quiso erigirse en un negociador de varias federaciones ante la imposición de Patrice Motsepe como presidente de la CAF, un gesto que no cayó bien en Zurich.

El antecedente más preocupante es su condena en España. El 20 de junio de 2022, un tribunal de Barcelona lo sentenció a 22 meses de prisión suspendida por defraudar 3.9 millones de euros al fisco español entre 2006 y 2009, durante su etapa gloriosa en el Barcelona. Eto’o admitió los hechos pero culpó a su representante José María Mesalles, a quien llamaba “su segundo padre”: “Reconozco los hechos y voy a pagar, pero que conste que entonces era un niño”. La condena, más allá de sus implicaciones legales, estableció un patrón de comportamiento que sus críticos ahora señalan como evidencia de una propensión a operar fuera de las reglas.

El silencio de Eto’o ante estas acusaciones resulta ensordecedor. Mientras las investigaciones avanzan en múltiples frentes, el presidente de la FECAFOOT no ha ofrecido una defensa pública sustantiva. Su estrategia parece ser resistir, confiando en que su popularidad como leyenda del fútbol y sus conexiones internacionales lo protejan. Sin embargo, con cada nueva revelación, con cada sanción adicional, el manto del héroe se desvanece para revelar la figura de un dirigente que prometió combatir la corrupción pero terminó reproduciendo los mismos vicios que denunciaba.

Por eso, mas allá de todo, Samuel Eto’o sabe que se juega mucho esta fecha FIFA. Una eliminación de Camerún podría convertirse en un nuevo motivo para una avanzada final del gobierno de Paul Biya. Quizás no con una destitución, pero sí con unas elecciones donde, con todo un aparato que en 2021 no le jugó tan fuerte, esta vez no lo pueda resistir. Quizás por eso quien mas consciente está de esto es Samuel Eto’o. Y eso explica que en el último tiempo recompuso su vínculo con Gianni Infantino. Por eso, en octubre lo nombraron vicepresidente del Comité de Reglas del Juego. El cargo es lo de menos, lo que importa es el mensaje. Y parece que Eto’o sabe que se le viene una pelea difícil, que tendrá que jugar con todas las cartas. Parece estar dispuesto a hacerlo.

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Nahuel Lanzón

Experto en ver fútbol de países que ni la gente de ese país ve. Me gusta mucho analizar listas de selecciones antes de cualquier torneo internacional. Relator oficial (?) del fútbol exótico en Twitch.
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