El plan de disputar partidos de liga en ciudades como Miami o Perth encendió las alarmas en el movimiento global de aficionados al fútbol, que salió en bloque a exigirle a la FIFA que frene la iniciativa.
Diversas organizaciones de hinchas —entre ellas Football Supporters Europe (FSE), la Federación de Accionistas y Socios del Fútbol Español (FASFE), el Independent Supporters Council de Norteamérica y la Football Supporters Association Australia— enviaron una carta al secretario general de la FIFA, Mattias Grafström, para que se respete la regla básica: los torneos domésticos deben jugarse en el país al que pertenecen.
El reclamo apunta directamente a dos partidos ya anunciados: el Villarreal–Barcelona de LaLiga, programado para el 20 de diciembre en Miami, y el Milan–Como de la Serie A, previsto en febrero en Perth, Australia, en coincidencia con la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Milán-Cortina.
“Un precedente peligroso”
Los aficionados sostienen que la deslocalización atenta contra la integridad de las competencias, rompe el equilibrio de los campeonatos y prioriza el negocio por sobre los hinchas y las comunidades que sostienen a los clubes. Además, remarcan que traslada enormes costos ambientales y logísticos.
“Llevar partidos de liga al extranjero establecería un precedente peligroso, despojando a los clubes de sus raíces y socavando la confianza de los simpatizantes”, advirtió Ron Evain, director ejecutivo de FSE.
El rol de FIFA y UEFA
El pedido también se apoya en los artículos 3 y 6 del reglamento de la FIFA sobre partidos internacionales, que exigen que las ligas nacionales se jueguen dentro del territorio de su federación correspondiente. Ahora, la pelota está en la cancha del máximo organismo, que deberá pronunciarse antes de fin de año.
Mientras tanto, la UEFA analizará en su Comité Ejecutivo la solicitud formal de la Federación Española para revisar el caso del partido de LaLiga en Miami.
El trasfondo
La propuesta de exportar partidos no es nueva. En 2018, LaLiga ya había intentado llevar un Girona–Barcelona a Estados Unidos, pero la resistencia de los jugadores, la federación y la propia FIFA truncó el plan. Ahora, con un calendario más globalizado y el atractivo comercial de nuevas audiencias, la iniciativa vuelve a escena, pero encuentra una vez más el rechazo masivo de los hinchas.
El desenlace será clave: de la decisión de la FIFA dependerá si estas experiencias se convierten en un hito aislado o en el inicio de una nueva era en la que el fútbol de clubes se juegue a miles de kilómetros de su casa.