Perú se va a Machu Picchu: analiza ir a la altura para las Eliminatorias

La Federación Peruana de Fútbol analiza mudar sus partidos de Eliminatorias al estadio Garcilaso de la Vega, ubicado a 3.399 metros sobre el nivel del mar. La decisión busca una ventaja deportiva, pero también reactiva un viejo debate con ecos en Bolivia y su histórico bastión en La Paz.

En las últimas horas, la Federación Peruana de Fútbol (FPF) confirmó que estudia llevar los próximos encuentros de Eliminatorias al Estadio Inca Garcilaso de la Vega, en Cusco. Con 3.399 metros de altitud, el escenario se transformaría en un aliado estratégico para una selección que busca volver a un Mundial tras la ausencia en Qatar 2022. La medida, sin embargo, abre un frente de discusión conocido en Sudamérica: la altura como factor determinante.

La propuesta de jugar en Cusco responde a una lógica sencilla: dificultar al máximo la adaptación de los rivales. El presidente de la FPF, Agustín Lozano, explicó que se trata de “un análisis técnico y deportivo”, y que la idea cuenta con apoyo de parte del cuerpo técnico y sectores políticos locales. Cusco, con infraestructura moderna y gran capacidad de público, aparece como la opción más viable frente a Lima, donde Perú suele disputar sus partidos.

Más allá del argumento logístico, la estrategia apunta a un objetivo claro: aprovechar un terreno en el que la selección peruana está acostumbrada a entrenar y donde varios clubes de la Liga 1 ya han desarrollado regularidad competitiva.

La altura como herramienta en el fútbol sudamericano

El caso peruano no es aislado. Desde hace décadas, los partidos jugados en ciudades de gran altitud forman parte de un debate que atraviesa a la Conmebol y la FIFA. En 2007, la entidad mundial llegó a prohibir los encuentros internacionales por encima de los 2.500 metros, lo que dejaba a Bolivia sin la posibilidad de usar el Hernando Siles de La Paz. La medida provocó protestas generalizadas y finalmente fue revertida por la presión de varios gobiernos sudamericanos.

Equipos y selecciones han sufrido históricamente el impacto: la falta de oxígeno, la velocidad distinta del balón y la fatiga temprana. A la vez, para las selecciones locales, la altura se convierte en un recurso para nivelar fuerzas en un continente dominado por potencias futbolísticas.

El espejo boliviano: La Paz como bastión

El movimiento peruano encuentra un espejo inmediato en Bolivia. Desde 1977, cuando debutó en Eliminatorias en el Hernando Siles, la selección boliviana convirtió a los 3.637 metros de La Paz en su principal arma. Las estadísticas refuerzan esta narrativa: en clasificatorias mundialistas, Bolivia consiguió más del 70% de sus puntos jugando en casa, incluyendo victorias históricas ante Brasil y Argentina.

La noticia de que Perú podría trasladar su localía a Cusco fue recogida con interés en medios bolivianos, que vieron en la iniciativa una confirmación de que la altitud sigue siendo un factor de peso en la región. Para Bolivia, que atraviesa un presente futbolístico complejo con derrotas frecuentes fuera de La Paz, la altitud no solo es un recurso deportivo, sino también un elemento de identidad nacional.

Lo deportivo y lo político detrás de la decisión

La FPF evalúa si la mudanza puede tener un impacto inmediato en el rendimiento del equipo. Jugar en Cusco no garantiza resultados, pero sí un entorno hostil para cualquier visitante. En paralelo, la discusión adquiere un matiz político: la Conmebol suele mirar con recelo estas decisiones, aunque carece de mecanismos claros para impedirlas.

El fútbol sudamericano convive con una paradoja. Mientras que en países como Bolivia la altitud se convirtió en un símbolo de resistencia frente a las grandes potencias, ahora Perú estudia replicar esa lógica para recuperar terreno perdido en el mapa de las Eliminatorias. La decisión, aún en análisis, no solo tiene implicancias deportivas, sino que también reabre un debate histórico sobre hasta qué punto la geografía puede moldear el destino de una selección.

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Federico Lamas

Periodista. Historias y deportes. Si se pueden mezclar mejor. Trabajé en El Gráfico, Canal Trece y Diario Popular. Ahora como editor de deportes en El Destape. Cubrí Juegos Olímpicos, elecciones, marchas y una vez me subí a un auto para seguir a tres prófugos. Escribo crónicas. Algunas salen. La objetividad es una mentira, lo que importa en el periodismo es la mirada.
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