San Siro, entre la modernización y la resistencia ciudadana

El Ayuntamiento de Milán dio un paso histórico al aprobar la venta del estadio San Siro al Milan y al Inter, lo que abre la puerta a la construcción de un nuevo escenario deportivo y, en paralelo, a la demolición del mítico Giuseppe Meazza. La decisión, que fue ajustada y tras intensos debates, supone también un fuerte cambio en la identidad de la ciudad, generando entusiasmo en los clubes pero también rechazo en una parte de la ciudadanía. El dato es que

La operación asciende a 197 millones de euros y debe concretarse antes del 10 de noviembre, fecha clave para evitar que entre en vigor una restricción patrimonial que impediría su derribo. En ese tiempo se completarán trámites bancarios y administrativos, con la mira puesta en el futuro inmediato: los dos gigantes de la ciudad tendrán su estadio propio, moderno y alineado con los estándares internacionales.

El proyecto, a cargo de los estudios Foster + Partners y Manica, prevé un recinto de 71.500 asientos con una inauguración estimada para 2031. Las obras comenzarían en 2027, en la zona de los estacionamientos actuales, lo que permitirá la convivencia de dos estadios durante varios años: el viejo San Siro en funcionamiento y, frente a él, el nuevo coloso en construcción. Una vez inaugurado, el Meazza comenzará a ser demolido por etapas, aunque se conservará una parte de su estructura como recuerdo simbólico.

Sin embargo, el camino no será sencillo. Vecinos y asociaciones ya se movilizaron con protestas frente al estadio, reclamando que no se pierda un ícono cultural y denunciando que la ciudad “vende su patrimonio”. Muchas de esas protestas tenían que ver con facciones de la derecha de Milan. Las pancartas que piden salvar San Siro reflejan la tensión entre la memoria colectiva y la modernización que empuja el mercado del fútbol.

El trasfondo deportivo también juega un papel clave. San Siro es un estadio cargado de historia, testigo de títulos locales, europeos y mundiales, además de haber albergado conciertos y grandes eventos internacionales. Su demolición no solo implica un cambio urbanístico, sino también el cierre de un capítulo esencial en la cultura popular italiana.

Al mismo tiempo, el proyecto se conecta con otro desafío: la Eurocopa 2032, que Italia organizará junto a Turquía. El nuevo estadio se perfila como la carta fuerte de la ciudad para albergar partidos de esa competición, ya que el viejo Meazza no cumple con los requisitos exigidos por la UEFA.

Para Milan e Inter, la operación representa una oportunidad estratégica para crecer, aumentar ingresos y competir al nivel de los grandes de Europa. Para buena parte de los hinchas y vecinos, en cambio, la demolición del Meazza significa el fin de un símbolo irrepetible. La cuenta regresiva ya comenzó y, mientras se proyecta el futuro, Milán se prepara para despedir uno de los templos más emblemáticos de la historia del deporte.

Compartir nota:
Temas Relacionados