La idea de expandir el Mundial de fútbol a 64 equipos para la edición de 2030 volvió a instalarse en la agenda del fútbol internacional y generó un escenario de tensión entre federaciones, confederaciones y la propia FIFA. Si bien en Sudamérica llegó como una noticia prácticamente hecha, lo cierto es que este proyecto ambicioso, que promete más protagonismo para nuevas selecciones también despierta fuertes críticas por sus implicancias deportivas, económicas y logísticas. Principalmente en Europa.
La Conmebol y varios de sus dirigentes empujan con fuerza la propuesta, convencidos de que 2030 —a cien años del primer Mundial jugado en Uruguay— debe tener un sello propio. La idea contempla no solo aumentar la cantidad de participantes, sino también garantizar que en Sudamérica se disputen más partidos que los tres encuentros inaugurales ya confirmados en Argentina, Uruguay y Paraguay.
El esquema sugerido contempla una fase de 16 grupos en lugar de 12, lo que multiplicaría la cantidad de partidos en el continente. Para los dirigentes sudamericanos, este formato daría más peso político y futbolístico a la región y permitiría a sus selecciones tener mayor presencia en el torneo. Sin embargo, el proyecto también exige infraestructura adicional, más vuelos, estadios disponibles y un esfuerzo económico de gran escala. En las últimas semanas, Gianni Infantino se reunió con todos los presidentes de la federaciones de la región y también con los mandatarios de la región: como Yamandú Orsi y Peña de Paraguay. Javier Milei no estuvo.
Del otro lado, la propuesta encuentra frenos importantes. En la propia FIFA existen sectores que consideran que un Mundial con 64 selecciones resultaría excesivo y que podría dañar el atractivo del torneo al generar partidos poco competitivos. Desde Europa, varios dirigentes remarcan que la calidad debe prevalecer sobre la cantidad y que un crecimiento tan abrupto afectaría la esencia del campeonato. Según The Guardian, desde la FIFA sostienen “la sensación generalizada en la mesa, y no solo en Europa, es que 64 equipos perjudicarían el Mundial. Habría demasiados partidos poco competitivos y se arriesgaría a perjudicar el modelo de negocio”.
El Consejo de la FIFA, encargado de tomar este tipo de decisiones, no incluyó la expansión como punto oficial de su agenda inmediata. Incluso dentro de la organización persisten dudas sobre la viabilidad del plan, tanto por la logística que supone como por la resistencia política que genera en distintas confederaciones.
Por ahora, la expansión a 64 equipos se mantiene como una idea en debate, sin consensos ni definiciones inmediatas. Sudamérica seguirá presionando para aprovechar la carga simbólica de 2030 y quedarse con un Mundial más grande y más presente en su territorio. Del otro lado, las voces que priorizan la calidad y la viabilidad se mantienen firmes.
El desenlace dependerá de la capacidad de la FIFA para articular un acuerdo global. El dilema de fondo sigue siendo el mismo: ¿apostar por un Mundial más inclusivo y masivo, o preservar la competitividad y la tradición que hicieron del torneo el evento deportivo más esperado del planeta?